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Pensamientos

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ANILLO DE COMPROMISO

El muchacho entro con paso firme a la joyería y pidió al dueño le mostrara el mejor anillo de compromiso que tuviera.

El joyero le presento uno…

La hermosa piedra, solitaria brillaba como un diminuto sol resplandeciente.

El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo.

– ¿Se va usted a casar pronto? -le preguntó el joyero.

– No, -respondió él . Ni siquiera tengo novia.

La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador.

– Es para mi mamá -dijo él . Cuando yo iba a nacer estuvo sola.

Alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, ASI se evitaría problemas.

Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas, muchos. Fue padre y madre para mí, y fue amiga y hermana, y fue maestra.

Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso.

Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizás después entregue yo otro anillo de compromiso, pero será el segundo.

El joyero no dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que le hiciera al muchacho el descuento aquel que se hacia solo a los clientes importantes.

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pensamientos

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Si pudiéramos cambiar

Si pudiéramos cambiar;

La mentira por la verdad,

El recibir por el dar,

El odio por el perdón,

La duda por la fe,

La envidia por la aceptación,

La intolerancia por la paciencia,

La dureza por la flexibilidad,

El miedo por el coraje,

El desistir por el perseverar,

Las palabras de más por la prudencia,

La soberbia por la humildad,

La burla por la piedad,

El conformarse por el progresar,

El ocio por el trabajo,

Los sueños por su realización,

La ambición desmedida por el honor…

Si pudiéramos cambiar todo esto; sentiríamos más cerca que nunca, la presencia de Dios en nuestra vida.

Autor Desconocido

 

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Palabras para El Alma – Pensamientos

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Palabras para El Alma – Pensamientos

Elévate por encima del infortunio…

Siempre habrá momentos difíciles y días complicados en nuestra vida.

Nos da la impresión de que ciertas cosas simplemente no estaban destinadas a pasar y que algunos proyectos simplemente no estaban destinados a funcionar.

Siempre enfrentaremos decepciones, pero también recibiremos muchas bendiciones especiales.

Todo lo que se nos pide es que nos elevemos por encima de nuestros infortunios.

Deja que la vida te muestre nuevas maneras de encarar viejos problemas.
Deja que te ofrezca nuevos descubrimientos. Deja que los días desplieguen ante ti nuevas posibilidades que hasta entonces desconocías, nuevos sueños que nunca soñaste, y que te regale las semillas de nuevas ideas que nunca antes sembraste.

Deja que la vida modere tus convicciones y te muestre todo lo que está oculto detrás de cada escena: la profunda paz del cambio de estaciones, la majestad de lo que significa tener y ser un amigo, la alegría que se descubre al comprender que nunca es tarde para volver a empezar.

Deja que la vida brinde abundancia a tu alma y a tu corazón.

Déjala cantar en ti y mostrarte cómo apuntar a las estrellas.

Deja que te ayude a alcanzar todo lo que deseas para ser todo lo que eres.

 

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El buda de oro

El buda de oro

En el otoño de 1988 a mi mujer, Georgia, y a mí nos invitaron a dar una charla sobre autoestima y desarrollo óptimo en una conferencia en Hong Kong. Como nunca habíamos estado en el Lejano Oriente, decidimos hacer además un viaje a Tailandia.

Cuando llegamos a Bangkok, se nos ocurrió hacer un tour que recorría los templos budistas más famosos de la ciudad. En compañía de nuestro intérprete y chófer, Georgia y yo visitamos ese día numerosos templos budistas, pero al cabo de un rato todos empezaron a mezclarse en nuestro recuerdo.

Sin embargo, entre ellos hubo uno que nos dejó una impresión indeleble en la mente y en el corazón. Se le conoce como el Templo del Buda de Oro y en realidad es muy pequeño, probablemente no mida más que tres por tres metros; pero al entrar nos quedamos impresionados por la presencia de un buda de oro macizo de algo más de tres metros de altura. Pesa más de dos toneladas y media, y está valorado en aproximadamente ¡ciento noventa y seis millones de dólares! Era realmente un espectáculo impresionante ver ese buda de oro macizo, imponente pese a la bondad que transmitía su calma sonrisa.

Mientras nos sumergíamos en las actividades normales de quien visita lugares hasta entonces sólo conocidos por referencia (es decir, sacar fotografías de la estatua, entre expresiones de admiración), me acerqué a un expositor de cristal que contenía un gran trozo de arcilla, de unos veinte centímetros de espesor por treinta de ancho. Junto a la urna de cristal había una página mecanografiada que narraba la historia de aquella magnífica obra de arte.

En 1957 un grupo de monjes de un monasterio tuvo que trasladar un buda de arcilla desde su templo a un nuevo emplazamiento. El monasterio debía cambiar de sitio para dejar paso a la construcción de una carretera que atravesaba Bangkok. Cuando la grúa empezó a levantar el gigantesco ídolo, su peso era tan tremendo que empezó a resquebrajarse, y para colmo empezó a llover. El superior de los monjes, preocupado por el daño que podía sufrir el sagrado buda, decidió bajar la estatua al suelo y cubrirla con una recia lona que la protegiera de la lluvia.

Más tarde, él mismo fue a verificar cómo estaba el buda e introdujo una linterna bajo la lona para ver si la imagen seguía estando seca. Cuando la luz dio sobre una de las grietas de la estatua, observó que algo resplandecía en su interior y eso le llamó la atención. Al mirar más atentamente el destello de luz, se preguntó si no podría haber algo debajo de la arcilla. Fue en busca de un martillo y empezó a retirar la arcilla. Al ir desprendiéndose ésta el resplandor se fue haciendo cada vez mayor. Se necesitaron muchas horas de trabajo para que el monje se encontrase frente al extraordinario buda de oro macizo.

Los historiadores creen que, varios siglos antes de que el superior descubriese el buda, el ejército birmano estuvo a punto de invadir Tailandia, que entonces se llamaba Siam. Los monjes, al darse cuenta de que su país no tardaría en ser atacado, cubrieron de arcilla su precioso buda de oro para que no terminara formando parte del botín de los birmanos. Los invasores pasaron a cuchillo a todos los monjes y el secreto del buda de oro se mantuvo bien guardado hasta aquel memorable día de 1957.

Mientras volvíamos a los Estados Unidos en un avión, empecé a pensar que todos estamos, como el buda, cubiertos por una dura capa creada por el miedo y que, sin embargo, encerrado en cada uno de nosotros hay un «Buda de oro» o un «Cristo de oro» o una «esencia áurea» que es nuestro verdadero ser. En alguna época de la vida, quizás entre los dos y los nueve años, empezamos a cubrir nuestra «esencia áurea», nuestro ser natural. Y, de manera muy parecida a lo que hizo el monje con el martillo, la tarea a que ahora nos enfrentamos es la de volver a descubrir nuestra auténtica esencia.

Jack Canfield

 

 

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Palabras para El Alma – Pensamientos

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 El decálogo de la amabilidad

El decálogo de la amabilidad

1.- Procura reconocer y respetar los derechos y los méritos de los demás, y aceptar sus formas de pensar, aunque sean distintas de las tuyas.

2.- Trata a los demás con el mismo respeto y cariño con el que te gustaría que te tratasen a ti.

3.- Procura ser complaciente con los que te rodean cuando te piden un favor o solicitan tu ayuda.

4.- Utiliza palabras como gracias, perdón, por favor, que te facilitarán y harán más agradable tu relación con los demás.

5.- Intenta ver en cada persona lo mejor de ella. Seguro que lo encontrarás y te sorprenderá..

6.- Acostúmbrate a expresar tus mejores sentimientos, no los reprimas. Trata a los demás con toda la naturalidad, la alegría y el afecto que espontáneamente salgan de ti.

7.- Acostúmbrate a sonreír. Muéstrate solidario, optimista y colaborador con las personas con las que convives.

8.- Piensa que si todos tratamos de dar lo mejor de nosotros mismos todos seremos mucho más felices.

9.-  Trata de analizarte y observa si, cuando eres amable o afectuoso con los demás, te sientes más a gusto contigo mismo.

10.- Comprueba cuántas horas al día estás de buen humor. Si son muchas, alégrate porque estás construyendo un mundo más amable.

 

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